El objetivo de este artículo es transmitir la idea de que, cómo seres humanos relacionales que somos; y en el contexto de nuestra labor de docentes y madres/padres, poseemos la capacidad, responsabilidad y poder de mejorar nuestras relaciones con nosotros/as mismos/as y con los demás. Esta transformación no solo busca aliviar el malestar colectivo que experimentamos, sino también contribuir a que la armonía y el respeto inclinen la balanza hacia la felicidad y el respeto, ayudándonos a vivir y gestionar la frustración y el enfado. Además, nos permite desarrollar habilidades saludables para relacionarnos de manera más efectiva.
Es importante destacar que este escrito no busca generar más sufrimiento a la figura del educador, el acompañante o el profesor. Las exigencias académicas, administrativas y la gestión de nuestra vida personal fuera del trabajo ya suponen un gran desafío.
¿Y qué tiene que ver esto con la enseñanza?
Como docentes, soñamos con aulas tranquilas y calmadas, donde el ambiente invite a la concentración y despierte la curiosidad por aprender. Deseamos entornos donde las necesidades emocionales, físicas y cognitivas de los alumnos/as sean atendidas adecuadamente. Unos ratios que nos permitan estar presentes para cada alumno/a, y un espacio en el que el respeto, la alegría y la comunicación sean los pilares sobre los cuales avanzamos en los contenidos académicos y el desarrollo de nuevas habilidades.
A su vez, buscamos que nuestras aulas y escuelas favorezcan la maduración psicológica de todos los miembros de la comunidad educativa: familias, profesores, personal del centro y estudiantes. Sin embargo, no todas las decisiones están en nuestras manos. Hay factores que dependen de los ministerios de educación, y aunque podemos abogar por condiciones que favorezcan el buen funcionamiento de las aulas, muchas veces no depende de nosotros/as. Tampoco podemos elegir las realidades familiares de los alumnos/as ni los perfiles de nuestros compañeros/as de trabajo.
Ante esto, nos convendría hacer una pausa y plantearnos algunas preguntas clave: ¿Cómo queremos que sea nuestro sistema educativo? ¿Cuál es la finalidad de la educación en las aulas? Y, lo más importante, ¿qué puedo hacer yo para contribuir a que todo esto sea posible?
Si nuestro objetivo es apoyar a los niños/as y jóvenes en su desarrollo como seres humanos, es esencial atender las necesidades propias de cada etapa. Y como menciona Ana María González Garza en su libro Educación Holística: “No es posible dar lo que no se tiene, enseñar lo que no se sabe, pretender ser lo que no se es.” Esta cita nos brinda claridad sobre la primera cuestión planteada: no podemos ofrecer lo que no poseemos, ni enseñar lo que no conocemos, ni pretender ser lo que no somos.
El estado del profesorado y la necesidad de introspección
Según el último informe de Salud Laboral, la situación del profesorado en términos de salud mental es preocupante. Un 40% de los docentes encuestados sufre de ansiedad, depresión y desesperación; un 51% se siente insatisfecho tanto en su vida personal como profesional; y un 65% considera que su trabajo es “bastante” o “muy” estresante desde el inicio del curso escolar. Esto resalta la urgencia de un trabajo profundo de autoobservación e introspección dentro de la docencia.
¿Qué puedo hacer yo como docente?
Es necesario elegir un camino de maduración personal. Buscar herramientas prácticas que me ayuden a gestionar mis propios conflictos y madurez, reflexionar sobre lo que realmente quiero en mi vida y entender cuál es la motivación detrás de mis acciones. Debo ser consciente de que mi rol como adulto, es un modelo para los niños/as y jóvenes, que están constantemente observando mi comportamiento. La relación que establezco con ellos es una interacción entre sistemas nerviosos maduros e inmaduros, por lo que es vital estar en constante desarrollo.
La práctica del mindfulness puede ser un camino para lograrlo. Esta práctica, que ha pasado de ser una moda, a convertirse en un método respaldado por la ciencia, ofrece herramientas para gestionar la ansiedad, el estrés y otras dificultades comunes entre los docentes. Además, nos proporciona una visión ética, que nos permite experimentar la realidad de manera más amable y menos resistente.
Mindfulness: una herramienta para los docentes
Si cultivamos nuestra propia atención consciente, inevitablemente llevaremos esta presencia al aula, lo cual permitirá que los estudiantes no se vean afectados por nuestro estrés o agotamiento. Al mismo tiempo, les estaremos mostrando una manera saludable y digna de relacionarse con su propio proceso de vida.
Es fácil soñar con paz y armonía, pero debemos comenzar desde donde estamos. A menudo tratamos de ayudar a los alumnos a relajarse sin darnos cuenta de que nosotros mismos estamos ansiosos y faltos de calma. Muchas de nuestras reacciones ante las diferentes situaciones están impulsadas por ángulos ocultos de nuestra psique (actitudes, hábitos), lo que solo agrava el sufrimiento.
En la educación, la información es importante; pero la madurez psicológica y la sabiduría provienen de la transformación. Si seguimos un camino de desarrollo personal, nos convertimos en un modelo real de lo que significa mindfulness para nuestros estudiantes.
Ser el ejemplo que queremos ver en nuestros alumnos
En el momento, que cortamos todas las proyecciones que tenemos sobre el mundo y empezamos por nosotros/as mismos/as, ya estamos ejerciendo como modelos. Como señala Daniel J. Rechtschaffen en su libro The Mindful Education Teacher: En vez de abordar la misión inmensa e imposible de acallar el mundo que nos rodea, podemos aprender a advertir y a estar con la charla desenfrenada que tiene lugar dentro de nuestra propia mente… En vez de intentar que los niños que están en el patio de juegos no riñan tanto, podemos empezar por darnos cuenta de la ansiedad que nos está produciendo ese barullo. Cuando aprendemos a sentir la ansiedad que tenemos en el cuerpo, a advertir la tensión y la pauta de la respiración acelerada, podemos ser esa luz que atraiga y sirva de guía a los alumnos.
Al ser conscientes de nuestra propia ansiedad o tensión, podemos convertirnos en la luz que guía a nuestros alumnos, ayudándoles a manejar sus emociones y encontrar la calma en medio del caos.
La práctica de mindfulness también nos permite ver el mundo con una nueva perspectiva, y relacionarnos desde ahí con los niños/as y adolescentes. Nos brinda la posibilidad de estar más presentes y habitarnos plenamente en nuestro cuerpo, dándonos cuenta de cómo se acumulan las tensiones, los nudos y los bloqueos musculares. Según Joseph Goldstein, “la práctica de la meditación constituye un retorno constante al momento presente, un proceso de apertura continua a lo que nos presenta el instante”. Esta es la clave para mantener el equilibrio y la serenidad en nuestro sistema nervioso.
La importancia de la aceptación hacia una misma/o y hacia la niña/o
La aceptación, como explica J. Kabat-Zinn, es una orientación interna que reconoce las cosas tal y como son, incluso cuando no son como deseamos. Aceptar las circunstancias tal y como son, sin juzgar, es fundamental para poder elegir cómo relacionarnos con ellas.
Aceptar no significa estar de acuerdo con todo lo que ocurre, pero sí implica que aceptamos a los demás tal y como son, es la base de nuestra capacidad de elegir cómo relacionarnos con lo que está pasando. Como dice Winnicott, se trata de “decir pequeños noes dentro de un gran sí”. Si somos capaces de aceptar nuestras propias resistencias y emociones difíciles, podemos llegar a entender que, a veces, los comportamientos descontrolados de los niños son simplemente una manera en la que intentan recuperar su equilibrio.
La aceptación se alcanza en dos pasos. El primero consiste en percibir con calma la tentación de alejarse o de suprimir los pensamientos, sentimientos, emociones y sensaciones físicas que nos perturban. El segundo paso implica encontrarse de frente con ellos, “recibiéndolos en la puerta sonriendo”, como sugiere Rumi en su poesía de los huéspedes. Este proceso puede ser difícil y, en ocasiones, doloroso, pero no es ni la mitad de complicado que resignarse a una vida marcada por pensamientos, emociones y sentimientos desestabilizadores. El secreto radica en dar pequeños pasos en dirección a la aceptación.
Kabat-Zinn y Myla Zinn nos explican que una parte esencial de esta práctica consiste en ser conscientes de las resistencias que experimentamos, especialmente cuando las cosas no se desarrollan como esperamos. Estas circunstancias suelen despertar todo tipo de emociones, como la frustración y la ira. Sin embargo, paradójicamente, si abordamos estas emociones con comprensión, amabilidad y claridad, pueden dar paso a una apertura y a una relajación.
Si somos capaces de dejar de lado nuestra tendencia habitual a juzgar los comportamientos difíciles, comenzaremos a entender que un comportamiento descontrolado, ruidoso o airado no tiene por qué ser considerado necesariamente negativo. A veces, ese tipo de comportamiento es simplemente la forma en que los niños intentan recuperar su equilibrio.
Conclusión: el camino hacia la transformación personal y profesional
Comencemos por mirarnos a nosotros/as mismos/as, por aceptarnos tal como somos y construir una base sólida y madura desde la cual podamos ofrecer buenos modelos a los niños/as y adolescentes. Practiquemos mindfulness para poder enseñarlo con autenticidad. Cultivemos nuestra conciencia, favorezcamos el compañerismo, gestionemos nuestra atención, regulemos nuestras emociones y pongamos en práctica los recursos y herramientas que nos permitan compartirlos con los demás.
Este es el punto de partida. ¡Buen viaje!
Danel Iñurritegi Telleria
Maestro e instructor de mindfulness
Bibliografía:
- Educación holística: La pedagogía del siglo XXI. Ana MªGonzalez Garza. Edit Kairos. 2008
- Educación Mindfulness: el cultivo de la consciencia y la atención para profesores y jóvenes. Daniel J. Rechtschaffen Edit Gaia. 2014.
- Padres conscientes, hijos felices. Jon y Myla Kabat-Zinn. Edit alfaro. 2012
- Informe estatal del servicio de Defensor del Profesor del curso 2021/22 (página web de AMPE) https://anpe.es/