Mindfulness en la educación: es ciencia, no moda
En los últimos años, he oído a muchas personas referirse al mindfulness como una “moda” o algo “new age”. A veces, incluso, se trivializa como una simple tendencia pasajera. Pero como educadora, he aprendido que el mindfulness es mucho más que eso. No es una moda, es ciencia. Y más importante aún, es una herramienta poderosa para apoyar el desarrollo neurológico y emocional de nuestras niñas y niños.
El cerebro de un niño o una niña es increíblemente moldeable. Cada experiencia, cada interacción, cada momento de calma o de estrés, deja una huella. Cuando hablamos de enseñar mindfulness en el aula, no estamos hablando de algo esotérico o místico. Estamos hablando de neurociencia. De hecho, hay un creciente cuerpo de investigación que demuestra cómo la práctica del mindfulness puede fortalecer áreas clave del cerebro relacionadas con la atención, la regulación emocional y la resiliencia.
Mindfulness y el desarrollo neurológico: lo que dice la ciencia
Los estudios científicos han mostrado que el mindfulness tiene un impacto directo en el cerebro infantil. Prácticas como la respiración consciente o el escaneo corporal ayudan a desarrollar la corteza prefrontal, la parte del cerebro que nos permite tomar decisiones, controlar impulsos y manejar emociones. Esta área es crucial para el éxito académico y el bienestar emocional a largo plazo.
Además, el mindfulness también afecta la amígdala, la región del cerebro asociada con la respuesta al estrés y el miedo. Las prácticas regulares de mindfulness pueden disminuir la reactividad de la amígdala, ayudando a las niñas y niños a responder a los desafíos de manera más calmada y equilibrada. En lugar de actuar impulsivamente cuando se sienten abrumados, pueden aprender a pausar, respirar y responder con mayor claridad y control. Este tipo de autorregulación no sólo mejora su experiencia en el aula, sino que también puede protegerlos de desarrollar patrones de comportamiento reactivos y problemáticos en el futuro.
Evitar traumas y fomentar el bienestar: un cambio necesario.
Sé que, como educadoras, llevamos una carga enorme. Estamos constantemente lidiando con demandas académicas, administrativas y emocionales. Pero lo que a veces no se menciona lo suficiente es el impacto que esto tiene en nosotras. El estrés y el agotamiento no solo nos afectan a nivel personal; también afectan la manera en que nos relacionamos con nuestro alumnado.
Aquí es donde el mindfulness también puede marcar la diferencia. Si nosotras, como educadoras, practicamos el mindfulness, no solo estamos mejorando nuestra propia salud mental y bienestar, sino que estamos creando un ambiente más seguro y positivo para nuestras alumnas y alumnos. Al ser más conscientes de nuestras emociones y reacciones, podemos evitar transmitir nuestro propio estrés a los niños y niñas, y en su lugar, ofrecerles un espacio de calma y seguridad.
El mindfulness no es solo una herramienta para las niñas y niños; es un proceso en el que todas participamos. Es una forma de romper ciclos de estrés y ansiedad que pueden, con el tiempo, llevar a traumas en los más pequeños. Imagina lo que podríamos lograr si todas nosotras nos involucráramos en este proceso. No solo estaríamos protegiendo a nuestras alumnas y alumnos, sino que también estaríamos cuidando de nosotras mismas, de nuestro bienestar y de nuestra capacidad para seguir siendo educadoras presentes y compasivas.
Es posible un cambio: la ciencia está de nuestro lado
Lo que me entusiasma del mindfulness es que, a diferencia de muchas otras intervenciones, no requiere grandes recursos ni cambios drásticos. Es algo que podemos empezar a implementar de manera gradual, en nuestras aulas y en nuestras vidas. La ciencia nos respalda. Sabemos que el mindfulness puede transformar no solo la forma en que enseñamos, sino también la manera en que nuestras niñas y niños aprenden y crecen.
No estamos solas en este camino. Juntas, podemos crear un entorno educativo más consciente, más compasivo y más saludable, tanto para nuestro alumnado como para nosotras mismas. Así que, si alguna vez has sentido que hay algo que no está funcionando, si has notado que el estrés y la falta de atención están afectando tu aula, te invito a considerar el mindfulness, no como una moda pasajera, sino como una herramienta basada en evidencia científica que puede traer un cambio real y duradero. Este es nuestro momento para hacer una diferencia, para nosotras y para nuestras niñas y niños. Y la ciencia está de nuestro lado.
Victoria Martín-Moreno