Cuando el cuerpo, antes de que aparezca el lenguaje, siente una fuerte carencia de amor y contacto, pasa por experiencias de fuerte angustia de dejar de existir. En adelante, la desconfianza en uno mismo (culpa), en el otro (miedo) o en la vida (pena) regirán su forma de estar en el mundo. El amor no es posible porque la intimidad es imposible.
La falta de confianza se manifiesta en una experiencia de inseguridad constante. Se vive en un ambiente interno de catástrofe inmediata. Cualquier detalle externo e interno que recuerda a la experiencia traumática de abandono de la fase anterior genera una reacción de hipervigilancia y estrés. Es el amor servil. Un amor basado en el miedo al rechazo y al abandono.
La falta de seguridad hace imposible la entrega, la intimidad, el sentido de pertenencia que crea los vínculos afectivos profundos. Las relaciones se reducen a dominación o dependencia. No hay manera de salir de esa dinámica, la dinámica del amo y el esclavo, la imposibilidad de sentirse libre en la relación. Se generan así relaciones de codependencia, relaciones insatisfactorias. Las dinámicas de poder dominan la relación. O bien uno se siente un súbdito de una autoridad externa, una relación jerárquica, dios, el rey, el jefe, o bien uno siente que el otro es su súbdito. Es el amor romántico, el amor hacia una imagen idealizada que ostenta todo lo bueno, aquello de lo que uno cree que carece. Se proyecta en el otro lo que no puede sentirse por uno mismo,
La insatisfacción de las relaciones conduce al control. La única manera de sobrevivir es tener el control. Todo vale para mantener el control. La única autoridad es uno mismo y, por tanto, el único valor. La ciencia se basa en este juego, controlar y manipular a voluntad la materia, la naturaleza, el mundo. El control se ejerce sin respeto por lo otro que no sea yo (y los míos en su caso). Es el amor posesivo. Como te amo eres mío, no puedes irte porque eres una parte de mí mismo.
El control conduce a la intolerancia que es un callejón sin salida, la guerra, el caos. No es fácil darse cuenta hasta que se han intentado todas las estrategias posibles de control. Cuando se intenta imponer el respeto se vuelve a la etapa anterior. Respetar es aceptar que la gran mayoría de los que te rodean no te respetan porque están en una de las fases anteriores. Tolerar a los intolerantes. Es el amor libre. Te quiero, pero quiero ser libre. Yo tengo que sentirme libre, pero tengo que saber que tu solo me quieres a mí.
Para salir del entuerto se requiere aceptar las diferencias entre seres humanos (respeto) y la incertidumbre (falta de control), aprender a interpretar correctamente el contexto para afrontar y adaptarse a las circunstancias adversas y positivas de la vida cotidiana (pertenencia), generando un sentimiento de seguridad interna que no depende de las circunstancias exteriores (seguridad), aceptando la vulnerabilidad y mortalidad de la condición humana (confianza en la vida).
Este es un proceso universal en el que cada uno nos hemos dejado retazos en las diferentes fases, obstáculos que nos obsesionan y no nos dejan disfrutar del vínculo y de la fuerza que une. El amor madura y quizás no merezca ese nombre hasta que podamos extenderlo a todos los seres, al planeta y al universo, sin condiciones, sin contrapartidas, sin comparaciones, un amor universal e incondicional.
Fernando Rodríguez Bornaetxea