Además de lo que nos dice la intuición y la experiencia, contamos actualmente con numerosas evidencias sobre los múltiples beneficios para nuestra salud global que nos aporta el contacto con la Naturaleza.
Los ritmos agitados, el tiempo comprimido y los automáticos cotidianos nos presentan desafíos continuos para poder mantener una atención saludable que nos conecte con la vida.
Pasamos intensas jornadas resolviendo problemas, tomando decisiones y gestionando emociones. Cuando nuestra atención está centrada la mayor parte del tiempo en un foco externo no podemos digerir todos los acontecimientos, nuestra mente se sobrecarga de tanta información, y el cuerpo no puede metabolizar las vivencias.
Desde este lugar es más fácil ceder ante los malos hábitos y no darnos cuenta de las cargas acumuladas que no nos son sostenibles en nuestro estilo de vida.
La distracción es la nueva religión que sostiene creencias absolutamente desconectadas del movimiento orgánico necesario para nuestro bienestar.
Poder acceder a un entorno natural en un estado de presencia es uno de los mayores regalos que podemos ofrecernos. El foco va a girar hacia dentro orgánicamente si nos abrimos a la experiencia de sentirnos interconnectad@s a todo lo que nos rodea. Está estudiado que la actividad del córtex prefrontal, ese caballero que nos ayuda con la planificación, disminuye la actividad cuando estamos en silencio en compañía del mundo natural.
Poder permanecer en un bosque mitiga la ansiedad, la depresión y el déficit de atención. Los sentidos de relajan y se amplifican, el sistema nervioso se regenera y volvemos a adueñarnos de nuestra fuerza vital, ya que la fuerza vital de la tierra está disponible para nosotr@s si queremos acceder a ella. La experiencia sensorial es completa.
Pasear, caminar descalz@s, realizar alguna actividad en un entorno natural nos regula energéticamente, tonifica los músculos, fortalece el corazón, levanta el ánimo, aumenta la función cognitiva e incrementa la creatividad. No la creatividad como una creación de ideas nuevas en nuestra mente, sino como la asociación de varios pensamientos que ya están ahí, y favorecen la voluntad y la expresión.
Además, como no es nuestro medio cotidiano, va a requerir una atención constante por nuestra parte ante lo que va a estimularnos y favorecer un movimiento mucho más orgánico. Cuando hablo de orgánico me refiero a que va a favor de la vida, sin forzar el ritmo. La naturaleza es, sin duda, la gran maestra de nuestros procesos vitales. Los espacios verdes representan nuestro origen como especie, y los espacios azules, llenos de agua en cualquiera de su estado, el origen de la vida. La vida natural es la que sostiene cualquier actividad humana.
Cultivar la atención consciente y acercarnos a estados meditativos en la actitud de interconexión con la naturaleza y con los demás seres vivos, no solo ampliará nuestra conciencia individual abriendo un espacio a la aceptación, al amor hacia nuestro ser ,a reconocer y validar nuestro patrimonio emocional y la compasión hacia los procesos de vida; sino que también lo hará facilitando el acceso a la conciencia colectiva, a respirar un sentimiento de pertenencia y a resignificar nuestras creencia acerca de nuestra situación en la vida.
Me inspiran las palabras de Joanna Macy en su libro "Esperanza activa" donde, ante la crisis global que vivimos propone cultivar la gratitud, honrar el presente y el pasado, ver con nuevos ojos y dar nuevos pasos hacia adelante, hacia nuestra salud y bienestar y la salud y el bienestar de la tierra.
Apropiarnos de un estado de Econsciencia colabora en formar parte de la red de vida, que sufre una crisis porque la crisis de nuestra atención está devorándolo todo.
Cuando nos cuidamos, podemos cuidar.
